José Alberto Yela Sayle – Asesor de la Unidad de Género y Pueblos del Instituto Nacional de Estadística, Director de Proyectos de la ONG Con Vos, Asesor de tesis e investigador de la Universidad Rafael Landívar y Terapeuta independiente. Contacto: [email protected] / 42196717
El rol de la mujer en la sociedad, compleja expresión que responde a la dinámica estructural de la evolución histórica que nos lleva al presente. La cual lleva a concluir a más nada, que el rol moderno de la mujer es ser lo que desee ser.
Desde el principio de la estructuración social se delegó a la mujer el cuidado del hogar que data desde la composición familiar de las hordas y las tribus en donde ellas fueron las principales innovadoras de la agricultura y el cuidado del hogar. A partir de entonces, se marcó una brecha de género que repercutió en la asignación de responsabilidades del hogar, mientras que al hombre se le asignó la dinámica en la cuestión social.
A través del tiempo, las mujeres fueron relegadas a una construcción estereotipada de roles, comportamientos y responsabilidades vinculadas a su sexo. Fue con movimientos organizados en donde se inició el cambio, no muy lejano de nuestra era, tal cual los movimientos sufragistas para mujeres durante el siglo XIX la cual, en Guatemala, no inició el voto femenino hasta el año de 1965. Otros que terminaron en tragedia como el incendio en la fábrica Triangle Waist Corporation de Nueva York que causó la muerte de 146 personas como represalia por la huelga realizada por las obreras.
Luego filósofas contemporáneas como Simon de Bouvoir planteó diferentes características que comprenden y superan la relegación del rol de la mujer en la sociedad. En conjunto con otros marcos de análisis nos permite identificar, por ejemplo, el fenómeno comprendido como la triple jornada, que refiere a la carga diaria que tiene una mujer en el presente, procedente de una jornada laboral, una jornada de cuidado familiar y otra de atención del hogar. Carga que no se comparte en muchas ocasiones con sus parejas y es asignada por el mero hecho de ser mujer.
Otro fenómeno que se pretende romper en la modernidad es la interseccionalidad, una realidad que muchas mujeres y grupos vulnerados experimenta. Esto sucede cuando una persona tiene características que son comúnmente un factor de exclusión. Por ejemplo, una mujer perteneciente a un pueblo indígena con algún tipo de discapacidad, tiene un triple factor de marginación, pues se intersecciona triplemente la desigualdad social.
Por estas características mencionadas, el reto de una sociedad consciente, inspirada en los valores de la democracia y la equidad, es romper el techo de cristal construido por las brechas de género. Trabajar en conjunto para promover la igualdad de oportunidades, eliminar las condiciones de exclusión y modernizar, a través de la educación, los sistemas de pensamiento que asumen que el rol de una mujer no es otro más que ser libre de ser lo que desee ser.
Por lo cual, somos motivadas y motivados, a pensar que todos los seres humanos podemos ser una Gaby Moreno una María Mercedes Coroy, Sara Curruchich o África Flores, es decir, la mejor expresión de seres humanos que podemos ser.