Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el uso nocivo de alcohol es un factor causal en más de 200 enfermedades (cirrosis hepática, cáncer, enfermedades cardiovasculares), trastornos mentales y comportamentales.
El alcohol, posee una alta densidad energética, debido a que aporta 7.1 kilocalorías por cada gramo de alcohol, además de ello, tiene un efecto en el aumento del apetito y disminuye la saciedad (por la influencia en una serie de hormonas), lo que conlleva a un aumento de la ingesta de alimentos.
El alcohol, evita que las grasas sean utilizadas como energía, lo que sugiere que el consumo frecuente de alcohol a largo plazo podría dar lugar a la conformación de más grasa en lugar de aprovechar la grasa existente como energía, lo que quiere decir que el individuo tendrá mayor probabilidad de padecer sobrepeso u obesidad.
El papel del alcohol con respecto a la obesidad, dependerá de muchos factores tales como la edad de la persona, el tipo de alcohol, la frecuencia y la cantidad del consumo, hábitos de sueño, uso de medicamentos, enfermedades crónicas, predisposición a la ganancia de peso, etc. al no tener en cuenta estos factores de confusión potenciales sin duda puede dar lugar a estimaciones erradas de la relación entre el consumo de alcohol y el peso corporal dado que existen grandes variaciones entre los individuos. (Traversy & Chaput, 2015).